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Recuerdo perfectamente el día que Chiquis Rivera me obligó a replantearme lo que sabía -o creía saber- sobre ella. Fue un 27 de abril. La noche antes, ella ofreció un concierto en el sur de California y durante su actuación aprovechó para dedicarle unas palabras subidas de tono a sus primas; con las que mantenía un pleito bastante rudo, por cierto.

Lo que realmente me golpeó vino justo después. Miró a su pareja, el cantante Lorenzo Méndez, que estaba sentado en la primera fila y se giró para que el público viera bien sus curvas. Su silueta estaba marcada por un vestido tan ceñido que parecía una segunda piel. Fue entonces, en esa pose articulada, como Kim Kardashian en la portada de la revista Paper, que se dio tres contundentes palmadas sobre su trasero: pam, pam, pam.

“Aquí anda (Lorenzo), detrás de esto, mira”, dijo Chiquis antes de dibujar una sonrisa traviesa. Todo un gesto de autoridad de una mujer en un mundo tan machista como es el de la música regional mexicana, pensé. Una actitud muy poderosa. Chiquis se contoneaba como una reina frente a su pueblo, segura de quien era y de lo que estaba haciendo. Dueña del escenario y de su cuerpo. Me resultó admirable que alguien que en su infancia fue violada por su padre, que sufrió episodios de malos tratos por parte de su madre durante su adolescencia y ya de adulta sufrió el repudio por buena parte de su familia, hubiera sido capaz de salir adelante con semejante aplomo, confianza y amor propio. Cualquiera, en su caso, se habría podido quedar por el camino. Ella no.

“Habían dicho que (Lorenzo) andaba detrás de las pompas de Chiquis; y sí, why wouldn’t he be? Of course”, me explicó con mucha naturalidad y divertida cuando le saqué el tema durante el encuentro de alrededor de una hora que mantuvimos el pasado 5 de junio. La cantante de 33 años había accedido a la propuesta del equipo digital de Entretenimiento de Univision para desnudarse emocional y físicamente. Queríamos conocer mejor a Janney, la mujer, la hija, la niña, la persona que habita bajo el apelativo de Chiquis y no se arruga por más palos que le dé la vida.

“Confidence is sexy”
“¿Por qué aceptaste desnudarte?”, pregunté. Esta cuestión me rondaba la cabeza desde que nos dijo que sí, sin poner objeciones, sin condiciones de ningún tipo, luego de vernos brevemente en mayo en un restaurante para explicarle los detalles del proyecto y, de paso, conocernos. Ella tenía que saber que su decisión de retratarse sin ropa ante nuestras cámaras, su momento más íntimo y vulnerable, iba a abrir la puerta a un sinfín de comentarios irrespetuosos e insensibles en redes sociales, donde no le faltan fans, pero tampoco haters .

“Hay gente a la que le va a encantar, gente que dirá que estoy gorda, que si es vulgar… no me importa”, afirmó con seguridad sentada en el sofá del salón principal de la lujosa mansión de Miami donde se entregó en cuerpo y alma a una jornada de sesiones fotográficas y producción de video con la ilusión de quien está desenvolviendo un regalo.

Para cuando nos sentamos cara a cara, nuestro fotógrafo, Harry Castiblanco, ya la había retratado desnuda. Queríamos mostrar a la Chiquis más auténtica, con sus defectos y sus virtudes, con su verdad sin filtros. Empoderada con un cuerpo de raza que desafía los estándares irreales de belleza. Una mujer que no se esconde aunque haya quien la insulte por ser como es.

“Me siento segura, me siento realizada, no tengo el cuerpo que quiero tener ahora mismo, pero me siento bien […] Es la persona que soy, no quiero fingir ser perfecta. Tengo celulitis, tengo estrías: this is who I am”, argumentó con soltura. “El que se moleste, que se moleste, I am sorry. Esto es para mí, para inspirar a otras mujeres que tienen mi tipo de cuerpo, que tienen esa figura y me van a entender. Es para nosotras”, añadió.

“Una vez un muchacho me dijo, eres tan segura que eso es lo que me atrae de ti. Confidence is sexy”, manifestó para rematar un speech sin complejos, con la fuerza de quien se cansó de poner la otra mejilla ante los desprecios y el bullying.

Sus ojos estaban húmedos y brillaban contagiados de esa ternura infantil que impregna su rostro. No pudo evitar que la emoción le embargara cuando revivió el día que su madre, la gran Jenni, la ‘Diva de la Banda’, acabó con su melena a tijeretazos y la echó de casa. Es como si un escalofrío hubiera encogido su corazón y recorriera su espalda de cintura estrecha y caderas anchas. Tenía apenas 14 años.

Aquel episodio, que ella recoge en su biografía titulada ‘Perdón’ (2015), dejó heridas sin cicatrizar. Casi dos décadas después Chiquis no se explica semejante reacción de su mamá. Era un lunes de exámenes y en la escuela les dejaron salir antes. Chiquis, en vez de ir a su casa, se juntó con unas amigas a comer algo. “Mi error fue no marcarle, no dejarle saber (a Jenni)”, declaró. Resulta que la ‘Mariposa de Barrio’ creyó que su hija estaba por ahí con un muchacho y entró en cólera.

“Mi error fue no marcarle”, esas palabras de Chiquis me dejaron contrariado. Me costaba asimilar que ella justificara así a su madre, como si el castigo -exagerado hasta el maltrato, a mi entender, aunque ella nunca se expresó en esos términos- fuese una respuesta equilibrada a su falta de comunicación. Necesitaba que me diera más explicaciones por muy incómodo que le pudiera resultar. Insistí: Chiquis, ¿entiendes por qué lo hizo?”.

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Tardó unos segundos en contestar. Inspiró profundo, como si de repente faltara el aire en esa habitación.

“Entender no, aceptar sí”, sentenció. “Creo que he aprendido a vivir la vida con ese dolor. No es su culpa, ella también sufrió mucho y me tuvo a los 15 años y no sabía qué hacer conmigo. No tuvo la niñez que yo tuve. He hecho lo posible por entenderla, no es su culpa, la amo, es mi mamá”, contó Chiquis.

Quién sabe si Jenni temió por un momento que su hija mayor fuera a quedarse embarazada joven, como ella, y sobrerreaccionó. Sea como fuere, Jenni Rivera nunca se disculpó por aquello. Tardó dos meses en volver a hablar con su hija Chiquis, que pasó parte de ese tiempo viviendo con su abuela y sufrió burlas y acoso en la escuela por su aspecto. Su adolescencia fue compleja y emocionalmente inestable, como resultó su relación con su madre (que, entre otras cosas, la sometía a “dietas perversas”, según escribió en su libro).

“Era una mujer muy orgullosa”, manifestó la cantante que años más tarde sería desheredada y expulsada del domicilio familiar nuevamente cuando Jenni sospechó que su hija y su esposo de entonces, Esteban Loaiza, habían tenido relaciones sexuales. La ‘Diva de la Banda’ hizo que parte de los Rivera le dieran la espalda a Chiquis por un ‘affaire’ del que jamás hubo pruebas y que existió, principalmente, en la cabeza de la matriarca y en las páginas de los periódicos. Chiquis tuvo también que aprender a sobrellevar esa humillación pública.

Janney

Fue en ese instante de la entrevista que vi a Janney. Chiquis nos había dejado solos. Tuve la impresión de que iba a confesar sus angustias, una a una, aunque me miraba con un gesto que pedía comprensión. Hubo un silencio incómodo. Ella parecía no encontrar las palabras adecuadas.

¿Tú crees que tu madre te tenía celos?

“Es que es muy difícil decir eso porque no está aquí para defenderse y me duele. No sé si eran celos como mujer o que ella no había podido vivir la vida que me había dado”, aclaró en tono de disculpa. Sea lo que fuere, Janney optó por mantener el secreto de sus emociones más profundas.

“No estoy echando mentiras”, aseveró, si bien tampoco despejó todas las dudas movida por una intención muy propia de una hija: “No quiero que se vea mal mi mamá”. Janney se refirió entonces a su parientes que fueron testigos de aquellos episodios oscuros entre Chiquis y Jenni.

“Está mi familia ahí, que no lo quieran decir y aceptarlo es una cosa”, declaró antes de zanjar el asunto. “Es el pasado y no puedo ser víctima de mi pasado. Son cosas que me afectaron muchísimo”, añadió.

Se tuvo que morir Jenni Rivera, en aquel fatídico accidente aéreo del 9 de diciembre de 2012, para que los tíos y los hermanos de Chiquis admitieran que fueron injustos con ella.

Jenni nunca pidió perdón.

Para entonces el testamento ya estaba hecho y Jenni había dejado fuera a su hija mayor y, por extensión, a su descendencia.

El reto de ser mamá

“Yo sé que voy a ser una muy buena madre”, afirmó. Chiquis fue vehemente en el “muy”. Su rostro se iluminó y reapareció esa sonrisa generosa que exhibe con gracia en sus selfies de Instagram. Sobre sus pómulos, ahora marcados, quedaban aún los restos de algunas lágrimas despistadas.

“El día que yo sea mamá creo que todo se va a parar. Va a ser mi hijo, mi hija y no sé qué va a ser de mí. Si quiero tanto a mis hermanos como los quiero, imagínate a un hijo mío. Me da como miedo amar tanto”, reflexionó esta mujer de 33 años.

Más que un deseo, la maternidad aparece en Chiquis Rivera como un propósito, un objetivo de vida. Quiere ser mamá, tener su propia familia. Experiencia no le falta. Fue ella quien crió a sus cuatro hermanos ante la ausencia de Jenni, ocupada con sus giras y negocios. La que los llevaba y recogía de la escuela, especialmente a Johnny, el pequeño. La ‘Diva de la Banda’ lo dejó a su cuidado cuando era tan solo un bebé de seis meses.

“¿Qué es lo que tú no tuviste y te gustaría que tus hijos tuvieran?”, le pregunté. “Va a sonar muy raro esto… un hogar”, contestó.

Chiquis maduró “demasiado rápido” y echó en falta “mucho amor”, relató. Su papá, José Trinidad ‘Trino’ Marín, la violó durante años y fue sentenciado en 2007 a pasar tres décadas entre rejas por esos abusos y los cometidos sobre Rosie, hermana de Jenni. Trino también tenía récord criminal por violencia doméstica contra la ‘Diva de la Banda’, quien por otra parte trató de suicidarse cuando su primogénita apenas tenía 3 años.

Jenni Rivera también fue víctima de violación. Ocurrió a la salida de un club nocturno en 1997. Un hombre abusó de ella en un vehículo con ayuda de otros dos por ser “la vieja de ‘El Cinco’”, apodo de Juan, su segundo esposo y que entonces estaba en prisión. Chiquis nunca supo nada. Se enteró por la biografía de Jenni Rivera, ‘Inquebrantable’, que vio la luz 6 meses después de su fallecimiento.

“No teníamos una relación de hija y de madre, y mi papá no estuvo”, contó la cantante a la que le aterra que sus futuros hijos crezcan en el seno de una familia desestructurada. Aunque no le da miedo ser una mamá soltera, rechaza la idea por su necesidad de que exista una figura paterna en ese hogar que tanto anhela. “Yo quiero darles eso”, confesó con voz temblorosa: “No quiero fracasar como madre”.

Queen Chiquis

Resulta significativo que el dolor de Chiquis se reparta de forma tan desigual entre sus padres, quizá porque, afortunadamente para ella, lo que Trino le hizo no la define hoy en día. Con su papá tiene una cuenta pendiente , que se arrepienta de abusar de ella. A Chiquis le pesa que él la llamara mentirosa y nunca reconociera lo que le hizo, pero sorprendentemente es capaz de aislar esos nefastos momentos del resto de recuerdos que tiene de Trino. “No fue un papá malo” porque daba “buenos consejos”, comentó: “Nunca me pegó”. Es más, ella mantiene la esperanza en que la relación entre ambos se arregle del todo para que pueda ser el padre que siempre necesitó.

“A lo mejor mucha gente no lo entiende. Yo me siento tranquila conmigo misma”, declaró.

Cuando se trata de su madre, los sentimientos bullen y se entremezclan en una suerte de confusión emocional, y sus ojos amenazan con llorar aunque ya casi no les queden lágrimas de tantas derramadas. Convive el dolor más grande con el amor más profundo, como en las buenas canciones; las ganas de abrazarla y no soltarla nunca, con las de zarandearla con todas sus fuerzas hasta que de su boca salga el más grande de los perdones. Se lo debe.

De Jenni heredó un apellido que ha condicionado su pasado, una determinación inquebrantable que le ha ayudado a caminar por los infiernos sin quemarse los pies y un cuerpo chaparrito de curvas poderosas. También sus piernas, que es la parte de su cuerpo que más le gusta: “Porque no son delgaditas, son fuertes. No son unas piernas normales, son gruesas. Son unas piernas que me sostienen para poder seguir adelante”.

Este año, su disco ‘Entre Botellas’ debutó directamente en lo más alto de lista de éxitos Billboard en la categoría de regional mexicano. Solamente otras dos mujeres habían logrado este hito antes: Jenni Rivera y Selena Quintanilla , dos divas consagradas y fallecidas tragicamente. Chiquis Rivera, la Queen Bee de su Boss Bee Nation (como llama a su legión de fanáticos), se resiste a sentirse cómoda con la comparación, pero va a tener que ir haciéndose a la idea.

“Por fin siento que soy yo la que manda en mi vida. Antes sentía que tenía miedo a mi mamá, a mi exnovio, como que no podía ser yo. Soy Janney, afirmó.

Para 2019 proyecta un nuevo disco y, entre confesión y confesión, sugirió que quería experimentar con la música urbana. Quizá la próxima vez que decida dar un golpe de autoridad desde un escenario opte por un twerking, a lo JLo. Agallas no le faltan, audiencia tampoco: pam, pam, pam.

Por: Univisión Entretenimiento
Fotografía: Harry Castiblanco

Brenda Gonzaga

Licenciada en Comunicación ~ Editora de noticias en SAPS Grupero y reportera de La Gorda Magazine.

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