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Cruz Lizárraga comparte recuerdos de su infancia

Cruz Lizárraga comparte recuerdos de su infancia

[dropcap]E[/dropcap]n el poblado de El Recodo, el calor arreciaba y las calles lucían algo solas. La gente se refugiaba en sus hogares para esperar que llegara el fresco de la tarde-noche.

Pero sin importar las condiciones climáticas, Germán Lizárraga acudió a ese lugar, para narrar con lujo de detalle parte de su infancia, que vivió en ese poblado.

Esta plática trajo a su mente una serie de recuerdos al lado de sus padres y hermanos.

El lugar para la entrevista fue la casa que lo vio nacer, a manos de una partera. La casa, ahora remodelada y convertida en una guarachería, se ubica en la calle Zaragoza. Está pintada de color tinto y ha dejado atrás la imagen que el músico recordaba de ese lugar. En el pasado, había un gran molino en la entrada y la parte trasera era un corral donde descansaban las vacas.

Actualmente, con 76 años de vida, regresa al que fuera su hogar… “Es un gusto estar en la casa donde nacimos mis hermanos Jorge Alberto, Modesta, Teófilo, José Ángel, Crucito y yo. Aquí empezamos a elaborar proyectos. Ya teníamos la idea de estudiar y de hacer algo. Lamentablemente, mi padre se separó de mi mamá (en 1949) y ya no pude estudiar.

En su pueblo natal cursó la primaria hasta cuarto grado. Si bien la vida le marcó un destino en la música, confiesa que su intención era estudiar medicina, pero luego de que su padre le enseñara las primeras notas en el clarinete, se dio la oportunidad de suplir a un amigo en lo que sería su primer tocada, el 12 de diciembre de 1945, en Tecoyonqui, y algo cambió.

“Estaba cumpliendo 11 años cuando me llevaron a tocar. Fue el principio de una carrera que quiero mucho. De no haber sido por la música, no hubiera llegado hasta donde llegué.

“Las canciones que estaban pidiendo no me las sabía, pero luego pidieron la canción Ella, y ahí dije voy a demostrar lo que estudié. Pero los músicos la tocaron en otro tono, y total que la regué. Aun así me regalaron los músicos 12 pesos.”

La música le ha permitido recorrer el mundo. “Creo que con la medicina no lo hubiera hecho.”

Luego de su primera tocada, don Germán pudo liquidar la deuda que tenía su mamá en la tienda de abarrotes.

“Se nos descompuso el molino que teníamos aquí y no teníamos ni para comer. Le agradezco a mi padrino que nos fiaba. Recuerdo que cuando le fui a abonar lo que le debía me preguntó: ‘¿Qué hiciste… robaste?’, porque le llevé 10 pesos de lo que me habían pagado los de la banda.”

La primera tocada le abrió el camino y la visión para saber que su destino estaba en la música, en seguir los pasos de su padre. “Mi papá ya estaba en Mazatlán. Se había robado una muchacha.Cuando me fui a Mazatlán mi mamá se puso a llorar.”

El que Cruz Lizárraga los dejara a él y a su madre para ir a la conquista de nuevos amores lo hizo tomar una decisión, y también un taxi, acompañado de su clarinete. Aferrado a los sueños de sacar adelante a la mujer que le dio la vida y a sus hermanos de la complicada situación económica en la que se encontraban, llegó a Mazatlán con tan solo un peso y 25 centavos, sin saber dónde dormiría.

En el puerto consiguió sus primeras tocadas, con lo que pudo pagar un cuarto pequeño de renta, por el que pagaba 8 pesos mensuales.

“Llegué con mi pitito a trabajar en otra banda mientras mi papá ya empezaba a tener fama. En los inicios me fue bien, ganábamos 20 pesos.”

Pero otro mal momento estaba por llegar cuando al siguiente día lo citaron a las 14:00 horas para ir a tocar, pero lo dejaron plantado. La banda El Pajarero se fue sin él.

“Me citaron a las 02:00 y se fueron ellos a la 01:00. La verdad les dio pena correrme, porque la verdad yo no era garantía como músico.”

Caminó con la mirada triste por las calles del puerto por lo sucedido, pero en ese mismo momento, cuatro músicos lo invitaron a unirse a su banda. Así emprende otra vez el vuelo. “Eran más malos que yo, pero eran buenos para conseguir trabajo. Dios me protegió.”

Al tiempo se mudó a la entrada del puente Juárez. Comparte que los cangrejos se le subían al catre y a los pies.

Si ya hacía su vida en el puerto, regresaba frecuentemente a su pueblo. El amor llegó a su corazón. Su primer amor fue Conchita Román. “Los del barrio nos peleábamos mucho por Conchita, pero ella ni cuenta se daba.”

Para hacer más ilustrativo su relato, llevó al personal de esta casa editora a la escuela donde cursó los primeros cuatro años de primaria, ya que en ese entonces solo había hasta ese grado en El Recodo.

Compartió que las maestras que le dieron clase lo pasaban con muy buenas calificaciones porque estaban enamoradas del fundador de la Banda El Recodo.

Durante el recorrido, no podía faltar la escala en la escultura de su padre, a un costado de la iglesia. La mirada hacia el cielo se hizo presente, como siempre, para saludar a su padre.

Relató que un encuentro inesperado con su padre en ese sitio sería el inicio de una gran amistad, complicidad y metas en común en la música. Juntos formaron lo que hoy se conoce como la Banda El Recodo y ahora don Germán tiene su agrupación, llamada Estrellas de Sinaloa.

Por El Debate

Anilú Ochoa

Proactiva, veraz, justa con amplio sentido crítico. Soy una mujer tenaz, fuerte, independiente, sensible, soñadora y enamorada.

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